Después de tanta trifulca en la que han estado inmersos los dos grandes partidos durante estos días, olvidándose de Europa y “luchando” codo con codo en la desacreditación de unos a otros, no nos queda más remedio, a una inmensa mayoría de los que podemos denominarnos “indecisos” (como yo en esta ocasión), que sacarnos de esa duda y buscar objetivamente el mejor representante en Europa.
Los dos partidos mayoritarios tienen las de ganar, pero si aquellos futuros votantes que no hemos estado de acuerdo con lo ocurrido durante la campaña en esa lucha y que tenía como único fin el desprestigio del oponente, nos inclinamos hacia otros partidos minoritarios, podremos darles un toque de atención a esta clase política que con tanta prepotencia se olvida de los ciudadanos y que en tan solo esta ocasión SÍ nos tiene en cuenta, por su propio interés.
Es el único momento en democracia en que los ciudadanos de a pie tenemos voz y voto, sepamos aprovecharlo. Demos una lección con nuestro voto a la forma tan rastrera de haber llevado la campaña electoral. Ir a votar mañana es síntoma de responsabilidad, madurez democráctica y la única posibilidad que se nos da posteriormente de criticar, con todo el derecho que nos da el voto, a aquellos en los que depositamos nuestra confianza y que por una u otra razón puedan defraudarnos.
¿A quién votar? Eso cada cual debe decidirlo personalmente, pero no dejemos de hacerlo. Muchos manipulados borregiles de los dos bandos mayoritarios lo tienen claro, irán y votarán a su partido sin importarles la mala imagen dada por ambos. Nosotros, los indecisos y los desencantados también debemos hacerlo, pero reflexionadamente. No dejemos que el malestar de los que hemos perdido la confianza en los políticos de esas dos formaciones, con nuestra abstención, demos una victoria aplastante a cualquiera de ellos.
No dejemos que la abstención sea como la que hubo ayer en el mitin del PSOE y la que parece ser existió también en la del PP. Vayamos a votar, a ellos o a cualquiera de las otras opciones que nos den un grado de confianza y si no nos convence ninguno, siempre nos quedará el voto en blanco.
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