5 de marzo de 2011

POLÍTICA NACIONAL: NEO-LIBERALISMO EN LA ACTUALIDAD


A estas alturas todos, o casi todos, tenemos o deberíamos tener el conocimiento de que el origen y la continuidad de la crisis económica mundial no es culpa de Zapatero (ni la deforestación del Amazonas, ni el reciente terremoto de Nueva Zelanda), sino de las políticas neoconservadoras que han implantado a nivel global un paradigma neoliberal globalizado. Y, bromas aparte, conviene tener muy claro lo que es el neo-liberalismo para entender lo que está pasando. Aunque supuestamente es una derivación de las corrientes políticas y económicas liberales del siglo XIX, lo que se viene llamando neo-liberalismo es algo muy distinto. 

Resumiendo muy mucho, el neoliberalismo defiende la liberalización y la no intervención del Estado en asuntos económicos, las privatizaciones generalizadas y la restricción de los derechos y libertades de los ciudadanos. Su generalización ha sido un proceso de varias décadas, que se inició con las políticas de Reagan y Thatcher, y se fue extendiendo con los gobiernos de Bush en EE-UU, de Pinochet, Menem, De la Rúa, Arias, Uribe entre otros en Sudamérica, y en Europa con mandatarios neocon como Blair, Aznar, Merkel, Sarkozy o Berlusconi. El PP y sus líderes políticos constituyen el sector neoliberal en España.

La crisis del sistema financiero internacional ha sido consecuencia de este proceso con el que las políticas neoliberales defienden el beneficio económico del capital a cualquier precio, mientras han expandido un proceso de concentración y centralización del capital a nivel planetario. Quieren convertir el fenómeno de globalización en una gran y voraz empresa gestionada por la supremacía del dinero sobre el factor social y humano.

En el terreno educativo el neoliberalismo ignora la educación como un derecho humano en aras de convertirla en una simple inversión más. El Plan Bolonia, firmado por los ministros de Educación europeos y de otros países en 1999, es un claro ejemplo de la mercantilización de la educación universitaria a nivel global. La educación primaria y secundaria pasa a ser, igualmente, un producto de consumo. Se trata, para los neoliberales, de obtener beneficio económico de la educación, es decir, convertirla en negocio, mientras, a la vez, hace un uso tecnocrático de ella, formando a una mano de obra útil y acrítica, y priorizando los ámbitos tecnológicos en detrimento de lo humanístico, lo ético y lo social.

En el terreno de lo social los neoliberales defienden, lógicamente, los recortes, las restricciones, la reducción de derechos, el control, el entumecimiento cultural e intelectual y la merma de libertades; se sirven para ello del discurso irracional y fanático religioso que aleje al ciudadano del racionalismo democrático alineado con los derechos humanos. Para ellos el gasto social es despilfarro, mientras el trasvase de dinero público a instancias privadas es la norma (véase cansino discurso del PP y las privatizaciones que lleva a cabo donde gobierna).

Tanta indecencia sería imposible con una sociedad culta y bien informada. Pretenden, por tanto, una sociedad aletargada, desinformada, empobrecida, coartada y sumisa que tenga pocas inquietudes de levantar la voz contra el abuso, el despotismo y la corrupción.

En lo laboral buscan también la liberalización del mercado de trabajo, anulando el control estatal y sindical, propugnando los beneficios de los sectores más ricos y acentuando la precariedad y la marginación de las personas, sectores sociales y países más pobres. De hecho, están siendo evidentes las cada día más marcadas distancias sociales y económicas que acentúan un clasismo obsoleto, que es consecuencia de ese empobrecimiento de la mayoría y de la concentración de la riqueza en el vértice de la pirámide social.

El discurso neoliberal, por más que se vista con disfraz democrático en su teoría, en la realidad no es en esencia otra cosa que un modo de autoritarismo: la dictadura del mercado; o, dicho de otro modo, la supremacía voraz del poder económico sobre las instituciones democráticas. No es otra cosa que el intento por parte del poder económico y de los lobbys que lo detentan de despojarse del yugo que les supone el poder político democrático.

Los supuestos valores y la supuesta moral religiosa en la que suelen sustentar su discurso no son más que el reclamo con el que anestesiar las conciencias de los votantes, tras el cual se esconde el intento de acabar con la social-democracia y de volver a colocar las cosas “como dios manda”: nada de derechos ni libertades, y los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Esa es la verdad neoliberal. No nos dejemos engañar, y sigamos exigiendo a los políticos (sean del partido que sean) el cumplimiento de los Derechos Humanos y de los valores democráticos.

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