Decía Ortega y Gasset en "La Rebelión de las masas" que todo gobernante debería tener prestancia intelectual. Yo añadiría que, además, debería tener prestancia humana. Y decía Salvador Allende que existe una gran diferencia entre gobernar y tener el poder. Estas dos citas de dos hombres eminentes, uno en el ámbito del pensamiento y otro en el ámbito de la política, son muy pertinentes con respecto a la polémica que está siendo protagonista en las tribunas mediáticas españolas desde que el Presidente del gobierno ha confirmado que no se presentará como candidato en la próxima legislatura.
Y digo que estas citas son pertinentes porque, con respecto a la primera, salta a la vista que Rodríguez Zapatero es un hombre de apostura intelectual, y sobre todo de gran calidad humana. En su primer mandato, en la octava legislatura de la democracia española, desarrolló un programa político-social progresista encaminado a afianzar una sociedad democrática y avanzada de acuerdo a las tendencias del resto de sociedades europeas, y que denota su humanismo y su atención a lo social: legalización del matrimonio homosexual, Ley de atención a las personas en situación de dependencia, creación de Juzgados de Violencia contra la mujer, Ley de igualdad efectiva entre mujeres y hombres, intento de un proceso de paz con ETA, modificación de la Ley de Divorcio. Con respecto a la segunda cita, emitida por el presidente chileno poco después de jurar su cargo, creo que todos tenemos constancia de que la segunda legislatura de Zapatero está siendo profundamente marcada por una crisis económica y financiera mucho más intensa y profunda que se vaticinaba, no sólo desde su gobierno, sino también desde gran parte de los organismos económicos internacionales. Estoy convencida de que esta crisis ha cambiado de manera significativa el curso de las políticas económicas y sociales para las que Rodríguez Zapatero estaba dispuesto a trabajar. El maremágnum de dificultades económicas, nacionales e internacionales, que ha invadido su segunda legislatura ha sido el bastión sobre el que ha tenido por fuerza que erigirse una gestión, más encaminada a establecer unas reformas estipuladas para toda Europa desde los organismos europeos correspondientes, que a trabajar por la consolidación de la democracia española.
Efectivamente, Zapatero gobierna, y nos gobernará hasta el 2012, pero no tiene el poder, quizás nunca lo ha tenido. Y su gobierno, supeditado a la gravedad de la situación económica, se ha visto y se sigue viendo, además, coartado, presionado, injuriado, difamado y menoscabado sistemáticamente por una oposición indecente que no ha dejado un solo día de hacer estragos dialécticos y mediáticos contra Zapatero. En lugar de hacer frente común, como es su deber democrático, de cara a la situación crítica (propiciada por las políticas neoliberales que ellos, por cierto, auspician y defienden), y continuando con la política despótica y autárquica de la era Aznar, se ha dedicado esta oposición de chiste malo a rescatar y poner en práctica los métodos goebbelianos que alzaron y mantuvieron a un tirano en el poder.
Una derecha indecente que se lanzó directa, sin razón y sin piedad, a su yugular desde que le arrebató el poder en 2004, que se ha sustentado de lanzar inmundas mentiras y presentarlas como verdades a su medida, crispando a la opinión pública y creando corrientes ideológicas extremistas que separan y dividen a la sociedad española, como ocurría en tiempos franquistas; reiterando una y mil veces calumnias grotescas con el fin de que calen en el ideario social, y obviando y escondiendo una corrupción interna de grandes magnitudes que, en muchos casos, parece quedar impune; atacando y desgarrando, en definitiva, la salud democrática de España, este país al que dicen querer tanto (tan patriotas, ellos) y al que, en realidad, ignoran; porque sólo anhelan el poder.
Tanto ataque, tanta infamia, tanto infundio vertidos durante ya casi dos legislaturas han hecho mella en el prestigio de Rodríguez Zapatero de cara a los ciudadanos. Y ha cometido, sin duda, errores, pero ha sufrido un ladino e incesante desgaste sin tregua por parte de una canallesca derecha aznarista que ha continuado tejiendo ese entramado de poder que centra su acción en propagar sin complejos mentiras contra el adversario y en radicalizar a la opinión pública. Sin embargo, el tiempo y la mirada objetiva de la historia pondrán a cada quién en su sitio; a esta derecha artera, obsoleta y heredera del franquismo, y al propio Zapatero quien, probablemente hubiera sido, en unas circunstancias más normalizadas, uno de los mejores Presidentes de nuestra democracia.
Coral Bravo es Doctora en Filología
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