IMAGINEMOS III

Imaginaros por un momento que yo fuera concejal o…¡por qué no! alcalde. Hay que tener mucha imaginación, pero es posible aunque no probable.

Imaginaros que me dedico al mundillo de la construcción y que un vecino de la imaginaria población dispone de un terreno lindante con otro de mi propiedad, al que yo deseo dar salida a una calle con el fin de edificar.

Imaginaros que le propongo un pacto, que consistirá en cederle parte de un terreno municipal a cambio de que él, me de acceso desde la calle a mi edificación a través de su terreno.

Imaginaros también que, con la cesión y posterior construcción (con “festividad” y alevosía) en ese terreno municipal que no es de mi propiedad sino de la población, perjudico notablemente al vecino colindante. Éste sintiéndose dañado, pone en mi conocimiento lo que él considera un acto ilegal y que atenta contra su privacidad y propiedad.

Imaginaros que sabiendo realmente el perjuicio que le ocasiono y valiéndome de mi privilegiada posición en el ayuntamiento, planeo un enredo para que todo quede como yo deseo.

Imaginaros más, que el vecino colindante denuncia la situación y la justicia le da la razón, lo que me obliga a acatar la sentencia.

Imaginaros aún más, que yo no respeto la sentencia.

¿Solamente prevaricaría?