De entre ellos, una figura destaca sobre todas. El Rey elige un elfo de entre aquellos que le apoyan para abrirle el camino hacia un futuro reinado. Varias eras pasaron en las que este elfo disfrutaba con los beneficios que el Rey le otorgaba. Es el propio Rey el que eleva la figura del elfo para que no pase desapercibida ni a los padres elfos ni a los creadores. Ni el Rey con su poder es capaz de percibir lo que se oculta bajo la piel de su acogido. Este elfo es llamado por los creadores para morar junto a ellos en el consejo rector de los destinos de todos los habitantes de este Mundo. Una oportunidad única ofrecida a quien no sabría sacar provecho de ella.
Durante su estancia en el consejo rector, este elfo aprendió las artes de la magia negra. Su labor fue muy silenciosa. Su presencia pasaba desapercibida para todos. Sin embargo, él, conocedor de que su futuro entre los miembros del consejo rector estaba destinado a un fin prematuro, comienza a intrigar para acaparar el poder en la Tierra Media.
Mientras tanto, el Rey, creyendo que sería bueno para los habitantes de la Tierra Media, permite la entrada en estas tierras de Saruman, el mago de la mano blanca. Entre los poderes de Saruman, destaca el de poder hacer viajar su voz por el viento. Grandes embrujos conoce Saruman. El Rey pretende utilizar los poderes de Saruman para divertir y mantener a los habitantes de estas tierras informados de cuanto en ella acontece. Saruman tiene varios pupilos que trabajan para él, cumpliendo con sus deseos y satisfaciendo los deseos del Rey. Sin embargo, Saruman se apercibió de que una amenaza para el Rey está creciendo en las proximidades del Monte del Destino. Comienza a deshacerse de sus pupilos quizás temeroso de que puedan en algún momento nublar su persona. Debe decidir qué partido tomar, mantenerse al lado del Rey que le permitió la entrada en estas tierras o unirse al mal para acabar con él. El ansia de poder de Saruman, que no quiere que su estancia en estas tierras peligre, le hace inclinarse hacia el lado del mal.
Cuando el elfo pródigo vuelve, vuelve convertido en Sauron. Sólo una meta rige su comportamiento. El uso de la magia negra ha ido transformando este elfo en el señor de los anillos. El señor oscuro Sauron utiliza la magia negra para atraer a sus filas una gran parte de elfos. Comienza a envenenar la mente de los pobres incautos que, embrujados por sus palabras, viajan al lado oscuro, al mal. Estos elfos, cuya voluntad es cada vez más débil, van así transformándose en orcos. Sauron consigue crear una orda de orcos lo suficientemente numerosa como para intentar un ataque al trono del Rey de la Tierra Media.
La unión de Sauron y Saruman se produce. Durante mucho tiempo ambos utilizan sus armas en la oscuridad para instaurar un reinado del mal. Sauron ataca frontalmente al Rey. Con la lengua bífida de Saruman, Sauron consigue atraer hacia sí a hombres, enanos y elfos, son débiles y fácilmente caen en su poder. Desde entonces, Sauron finge ser un elfo, pero bajo sus vestimentas se encuentra el señor de los anillos y Saruman utiliza la magia para hacer el mal. Muchos son los hombres, elfos y enanos que han conseguido cerrar sus oídos a la voz de Saruman y no se ven afectados por su veneno. Éstos reclaman la presencia de voces de otros magos, voces de magos reales, magos de voz blanca.
Cuando el período de cuatro eras de reinado está pronto a finalizar, se produce una batalla entre orcos y elfos, Sauron y el Rey, para ser elegidos como regentes. Saruman, lanza su voz contra el Rey para conseguir el apoyo de hombres, elfos, enanos y ents y llevar a Sauron al Trono. La lucha entre elfos y orcos para presentar a Sauron como único aspirante al trono fue una lucha desigual. Grandes magias negras fueron utilizadas por Sauron para que el Rey no pudiera contar con el apoyo de muchos elfos. Mientras tanto, Saruman seguía haciendo su labor convirtiendo elfos en orcos. De esta lucha salió un vencedor, Sauron, y muchos perdedores, el Rey y los habitantes de la Tierra Media o, al menos eso cree Sauron...
Próximamente La derrota del Rey.

El ojo que todo lo ve...